En el episodio de hoy os contamos el cuento de Juan sin miedo ¿Lo conocéis?
Si vosotros también sois muy valientes seguro que os encantará 😉
Hace muchos años existió una vez, en una pequeña aldea perdida, un hombre ya mayor con sus dos hijos.
Su hijo mayor era un chico constante y muy trabajador, que colmaba de alegría continuamente a su padre.
Obediente y dispuesto, trabajaba sin descanso y siempre cuidaba de su padre.
El hijo más pequeño, sin embargo, era una calamidad, desde bien pequeño sólo le daba disgustos a su cada vez más preocupado padre:
-Hijo mío- Le dijo un buen día el padre a su hijo pequeño – Tengo poco que dejarte cuando me vaya, y no has hecho nada por tener un trabajo que te guste y del que poder vivir cuando me vaya decentemente.
-Piénsalo bien Juan: ¿Qué te gustaría hacer?
-No te preocupes tanto por mí papá, además eso no es cierto. Hace tiempo que oigo historias y leyendas llenas de monstruos que aterran a todos cuantos las escuchan, y sin embargo, a diferencia del resto yo no siento ningún miedo.
-¡Lo que más me gustaría hacer es aprender a sentir miedo!
Muy disgustado el padre, ya no sabía qué hacer con Juan y creyendo que su hijo pequeño no se tomaba la vida en serio, le dijo enfadado:
-¿Pero de qué vas a vivir Juan? Crees que eso será suficiente para tu futuro? ¡Pues entonces márchate a buscar el miedo!
Tras oír aquellas palabras, Juan preparó su petate, decido a correr aquella aventura a pesar de la negativa de su familia se despidió de su padre y de su hermano mayor y emprendió su camino.
Al comenzar su viaje por tierras lejanas a las suyas, se encontró a un sacristán con el que se decidió a entablar una conversación, cansado como estaba de caminar solo y en silencio.
-Buenos días sacristán, Soy Juan Sin Miedo- Le dijo.
-Qué curioso nombre tienes, pequeño- Respondió sorprendido el sacristán.
Juan, que estaba decidido a conocer esa sensación le preguntó:
-¿Podría enseñarme usted lo que es el miedo? Siempre he vivido sin él, y he emprendido este camino lejos de mi casa para poder encontrarlo.
Tengo mucha curiosidad, todo el mundo tiene miedo por algo en determinadas ocasiones, menos yo.
-Tal vez sí pueda ayudarte, pequeño. Según una leyenda, más allá del valle, existe un temible castillo gobernado por un mago malvado.
El dueño del castillo, un pobre rey ha prometido una gran recompensa a aquel que se atreva a enfrentarse al mago y a hacerle salir de su castillo.
Hasta ahora todos lo que lo han intentado han huido muertos de miedo. Sin duda allí podrías intentarlo, tal vez encuentres allí el miedo.
Decidido, el joven Juan emprendió su camino dispuesto a no parar hasta que divisara las torres del Castillo.
Nada más llegar, Juan se acercó a la puerta de los dos guardianes reales, que la vigilaban de día y de noche.
-Hola, soy Juan Sin Miedo y me gustaría ver a vuestro Rey.
El guardián más fuerte acompañó a Juan al salón Real a ver al Rey. Una vez allí el monarca le explicó lo que tenía que hacer para liberar el Castillo de aquel perverso mago.
-Verá Majestad, yo sólo he venido aquí a averiguar lo que es el miedo. Nunca lo he sentido.
-Qué valiente y honesto! -Pensó el Rey entristecido. Ya no le quedaban esperanzas de recuperar de nuevo su Castillo.
Juan fue acompañado a sus aposentos y la primera noche en el castillo, mientras dormía le despertó una voz espeluznante que venía de las tinieblas.
-¿Quién eres y porqué te atreves a despertarme? -Preguntó Juan sin Miedo
Y por más alaridos y gritos siniestros que realizó el fantasma sólo consiguió burlas y risas por parte de Juan.
A la mañana siguiente el rey se acercó a visitar a Juan advirtiéndole de que todavía le quedaban dos noches en el castillo para conseguir su objetivo y cumplir la promesa de liberar el castillo del malvado mago.
Juan asintió y se dispuso a dormir la segunda noche, de nuevo se escucharon unos alaridos que le despertaron.
Tras ellos, Juan se dispuso a cortar la cadena que arrastraba el fantasma que le había desvelado aquella segunda noche, y tras cortarla el fantasma desapareció para siempre de la habitación y del castillo.
El monarca consideraba que toda aquella valentía no era suficiente para enfrentarse al maléfico mago, y de este modo Juan Sin Miedo llegó a la tercera noche, y una vez dormido, escuchó los ruidos de una momia terrorífica que le molestaba.
-¿Por qué me despiertas, momia pesada?- Preguntó Juan.
Al no recibir respuesta Juan Sin Miedo tiró de la venda de la momia, tras la cual, se encontraba el malvado mago.
-Parece que mi magia no responde frente a ti. Déjame escapar y liberaré al castillo de mi encantamiento- Dijo el mago, enfadado.
¡Qué alegría sentía el rey y todos los habitantes! Todos se reunieron a las puertas del castillo para celebrar lo valiente que había sido Juan Sin Miedo y honrarle por su hazaña.
Así, el rey le ofreció vivir en su castillo, y Juan permaneció allí mucho tiempo, convencido de que nunca conocería el miedo.
Pasaron los años, hasta que una de las hijas del rey derramó una jarra de agua helada sobre la cabeza de Juan sin Miedo, aprovechando un despiste de este.
-¡Qué horror! ¡Qué miedo!- Exclamó exaltado Juan retirándose el agua del rostro.-Por fin me he asustado! Pero no se lo cuentes a nadie, este será nuestro secreto.
Y así, con un sencillo vaso de agua helada, fue como Juan descubrió lo que era el miedo.
-¡Quién lo iba a decir! La joven princesa decidió guardar el secreto de lo ocurrido para que todos siguiesen conociendo a aquel hombre como “Juan Sin Miedo”.
Y colorín colorado, este cuento encantado se ha acabado.