Ese día amaneció helando, el día más frío del año hasta ese momento, era 4 de noviembre y en el Palacio todas las luces estaban encendidas desde muy temprano.
Allí todos madrugaban, la gran cocina siempre estaba llena de pajes entrando y saliendo a desayunar y Gaspar, entre fogones era muy feliz.
Canturreaba sus canciones mientras hacía torres de tortitas calientes para todos y sirope de caramelo, las frutas cortadas en las bandejas y café recién hecho, ¡sí! ¡La cocina olía tan bien!
Federico salió al jardín abrigado, todo estaba funcionando a la perfección, la enorme fábrica ya tenía muchísimos juguetes hechos y preparados en el gran salón y sin embargo, Federico sentía que se le estaba olvidando algo.
Repasó mentalmente su agenda, estaba seguro de haber tachado todas sus tareas, ¿qué podría ser? Llevaba dos noches despertándose en mitad de la noche y sintiendo que tenía algo importante pendiente.