Melchor estaba recostado en su sillón de lectura, echado la vista atrás pensaba en voz alta:
-!Qué año tan duro para los niños! Sin colegio desde el mes de marzo, sin haber disfrutado de sus amigos de clase, con un verano tan diferente y un otoño parecido…
Mmmmm, tendremos que pensar en algo grande para este invierno, ellos han sido tan valientes y obedientes que… !se lo merecen todo!
Melchor adoraba a los niños, al fin y al cabo, los Reyes se dedicaban a hacerlos felices y eso precisamente, era lo que más deseaban. Que todos los niños del mundo, a pesar de un virus que había tenido muy preocupados a los adultos, siguieran disfrutando de las cosas de niños.
(…)