Había una vez un precioso bosque encantado en el que vivía una familia de hadas. La más pequeña de todas era Catalina, un hada muy simpática y amable y sobre todo muy curiosa.
Catalina se pasaba el día jugando en aquel bosque. Le encantaba jugar al escondite y se sabía todos los lugares posibles para esconderse: los huecos de los árboles, los arbustos más frondosos, las hierbas más altas…
En aquel bosque todo era felicidad; Los animales vivían en paz, los unicornios podían correr felices en libertad y las hadas podían volar sin miedo a ser atrapadas. (…)